"He venido por TODOS mis HIJOS con el deseo de
acercarlos a Nuestros Corazones"




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LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Las veinticuatro horas de la Pasión

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Meditaciones Sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Para acompañar a Nuestro Señor Jesucristo, en cada Hora de su Pasión

Por Luisa Picarretta, hija de la Divina Voluntad. 
(En proceso de Beatificación)



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Por RORATE CÆLI -23/11/2014


viernes, 10 de febrero de 2017


TÚ SABES QUE YO TE AMO

Confidencias de Jesús a un sacerdote


24 de noviembre de 1975

Hijo, escribe cómo quiero Yo a mis obispos, a mis sacerdotes y a mis fieles.
Si los de esta generación no aceptan la transformación de su vida que desde hace tiempo y con tanta insistencia he pedido, entonces me proveeré Yo a la necesaria reforma de vida.

A Mí los medios no me faltan; si no se proveen ellos a conformarse a la voluntad divina, proveeré Yo a fin de que el divino querer sea cumplido.
Os maravilláis, al leer en la Biblia de la dureza de corazón de los sacerdotes y de los doctos del pueblo de Israel; pero vosotros no lo sois menos que ellos. ¿Tardos y duros de corazón qué esperáis todavía? ¿No os han bastado los signos que os fueron dados?
Yo quiero a mi Iglesia hecha nueva, purificada de la suciedad de la que está actualmente invadida.
No os engañéis. Os repito que soy el Dios de la Misericordia, pero, de mi Misericordia ¿qué habéis hecho? ¿Por qué no queréis entender que en Mí, Misericordia y Justicia son la misma cosa?
No tenéis el poder de destruir mi Justicia, como tampoco el poder de destruir el Infierno del que ya no queréis oír hablar.
¿Acaso dejo Yo de ser la Misericordia cuando, por Justicia soy obligado a excluir de la Casa de mi Padre a los réprobos, a los impenitentes? ¿Y qué Juez sería Yo si diera el mismo veredicto a los buenos y a los malos?
Entonces, anulada la justicia, según vuestro pecaminoso modo de razonar, se debería anular también el Juicio, tanto particular como universal, y se debería también admitir que la vida terrena no es tierra de exilio, ni tiempo de prueba y las cosas deberían continuar así como están, No habría tampoco la separación del trigo bueno de la cizaña, ni de los réprobos de los justos. Mis enseñanzas estarían infectadas de errores...

La voluntad de Dios

No, hijo mío, Yo no puedo errar. Os habéis dado tal modelo de vida que contrasta con mi doctrina y con mis ejemplos.
Yo soy el Camino. El que quiera venir detrás de Mi, obispos, sacerdotes, fieles, deben seguirme.

En un anterior mensaje "El camino” se dice claramente: "Yo he iniciado con la humildad, con la pobreza, con la obediencia a mi Padre, usque ad mortem”[25]
"Yo me he adaptado a la divina voluntad del Padre, pero ¿quien trata hoy de cumplir la voluntad de Dios?
Ni siquiera se trata de conocerla.
¿Cómo pues deben ser mis pastores, mis sacerdotes y mis fieles? ¿Pero hay algo más limpio y más claro en mi Evangelio? Sin embargo no ven, oscurecidos por la soberbia o por una y la otra de las dos concupiscencias.
Vengo a la luz de esta vida terrena; mis Ángeles no van a comunicarlo a los poderosos y a los ricos      de la tierra, sino a los pastores, gente humilde y casta, gente justa y honesta.
Los pastores vienen a ofrecerme su saludo, a darme su amor.
Nacido en acto de infinita humildad, alrededor mío he querido a los simples, a los humildes y a los puros de corazón. Así quiero a mis obispos, a mis sacerdotes, a mis fieles, y así serán en la Iglesia purificada.
Mi Padre me ha dado a José como Padre legal, el hombre justo.
¿Qué quiere decir hombre justo? Hombre santo que practica la justicia, hombre humilde, hombre puro.
Pero si los obispos y mis sacerdotes quisieran reflexionar un poco, deberían entender claramente lo que Dios quiere de ellos.

Simplicidad y pureza

No hablo de mi Madre, Reina de todas las virtudes, de mi Madre que única entre todas las mujeres, y bendita entre todas, fue hecha partícipe (en el modo precisado en mensajes anteriores) de mi Sacerdocio. Ella es por tanto modelo de todas las virtudes para obispos y sacerdotes.
¡Como fue mi Madre, así deberían serían ser todos mis obispos y mis sacerdotes!
Bastaría meditar para aprender.
Entre mis Apóstoles hubo uno particularmente predilecto, Juan. Tuvo las confidencias de mi Corazón misericordioso. La humildad, la simplicidad y la pureza de Juan raptaron mi Corazón.
Entre mis apóstoles otro de corazón soberbio y de espíritu impuro, a pesar de mi Misericordia acabó desesperado en el Infierno. No quiso acoger los impulsos de mi amor y de mi misericordia sino que escuchó la voz insidiosa de las más torpes pasiones.
Y luego, ¿quiénes fueron los santos? Fueron mis verdaderos amigos.
Podría continuar citando mis enseñanzas con relación a esto, para traer a tu memoria hechos y ejemplos pero considero esto suficiente.
Te bendigo, hijo mío. Ofréceme tus sufrimientos para unirlos a los míos para que se haga luz en el espíritu de quien vive en las tinieblas.

25 de noviembre de 1975

¿Cuál es la flor más bella del Paraíso y de la tierra?
¿Cuál es, hijo mío, la obra más bella de la Creación?
¿Cuál es, hijo mío, lo que mayormente es querido a la Trinidad Divina?
Es el Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra Madre, objeto del amor eterno de Dios, Uno y Trino.
Pues bien, de lo que le es más querido a su Corazón, Dios ha querido hacer don a vosotros.
Flor estupenda y fragante, tiene en sí los perfumes de todas las virtudes, flor que no tiene competencia ni en el Cielo ni en la tierra, tanto se separa por su belleza de los Ángeles y de todas las criaturas de la tierra.
Dios la ha mirado a Ella desde siempre, Dios la ha amado y la ha hecho objeto de sus complacencias desde siempre; Dios la ha querido junto a Él para la realización de su infinito proyecto de amor. La ha hecho Corredentora, Madre, Reina, la ha hecho poderosa.
Ante Ella se someten las jerarquías angélicas y las generaciones humanas la llaman Bienaventurada.
Dios ha amado a los hombres hasta el punto de dar por ellos a su Hijo y después del Hijo, la Madre. Pero los hombres no siempre han demostrado y demuestran haber entendido el don de Dios.
Flor hecha de candor inmaculado, de pureza, de amor, de generosidad. Flor única en el Cielo y en la tierra, nunca habrá otra igual. Ella es la verdadera obra maestra de Dios, comparada con la cual todo está descolorido y todo es poco.
Pues bien, esta Madre tiene una capacidad de amor que no tiene límites. Los que no admiten esto, porque dicen que no creen en las numerosas intervenciones de Mi Madre en favor de la Humanidad peregrinante en la tierra, no saben lo que es el amor; su corazón es árido, su mente está oscurecida hasta el punto de no ver.

No conocéis el Amor

Ya te dije que fe, esperanza y amor no pueden estar nunca separadas; son (un poco como las Personas de la Santísima Trinidad) distintas pero unidas por ser una en tres. ¿Cómo podría ser de otra manera? Son virtudes sobrenaturales participadas al alma de todo cristiano por Dios mismo, por lo que el cristiano se hace hijo de Dios, partícipe de Su naturaleza y por tanto semejante a Dios.
Pobres hijos míos, pobres sacerdotes qué mísera vida es la vuestra ¡no conocéis el amor! Qué triste vida es la vuestra; ¡no conocéis la causa motriz de la alegría, de la esperanza! No conocéis la fuerza que hace vencer las pruebas y las dificultades; ¡qué corrupta naturaleza es la vuestra!
Mundo y Demonio ponen continuamente obstáculos en vuestro camino; por eso estáis frecuentemente por los suelos. ¿Porqué estáis intranquilos y rebeldes? Porque donde no hay amor hay resentimiento que degenera, aún en ministros míos, no pocas veces en odio.
No hijos, no hay zonas neutrales o se está en el área del amor infinito de Dios o se está en el área del Enemigo de Dios y del hombre, es decir de Satanás.
Por lo tanto, no creer o incluso sólo dudar de las numerosas intervenciones mías y de mi Madre en favor de la Humanidad (intervenciones siempre realizadas según la necesidad de los tiempos) es como negar la esencia de Dios que es amor, y la realidad de la Flor más bella de la tierra y del cielo, que es el Corazón Inmaculado de mi Madre.
El amor tiende necesariamente al objeto amado, el amor se vuelca sobre el objeto amado. No entender esto es no entender la naturaleza del amor.
Ya he lamentado el comportamiento de la Jerarquía sobre este punto al que no se le ha dado la necesaria importancia. No se ha indagado suficiente ni objetivamente. Los juicios dados por muchos Obispos han estado condicionados por miedos, por temores personales, el miedo a comprometerse etc.. No se ha buscado la verdad, sólo la verdad, despojándola de todo elemento extraño. Siempre el terrible yo aflora en todas las acciones, el miedo a la responsabilidad; en fin, ellos mismos primero, los intereses de Dios y de las almas después...
¡Cuánto tiempo perdido, cuántas almas obstaculizadas, cuántas condenas injustas! ¡De cuánto bien han sido privadas tantas almas! Es tremenda la responsabilidad de los que tienen autoridad de indagar, de juzgar con verdad y justicia y no con cobardía e injusticia. Con mentira se comportan cuando anteponen su propia persona a los verdaderos intereses de Dios. Con injusticia se causa daño a las almas con injustas condenas.

Amor sin medida

Hijo, quisiera hacerte comprender con una comparación el grandioso plan de amor de tu Señor:
Imagina unos padres que tienen un único hijo al que aman locamente y forma el objeto, la finalidad de su vida. Pues bien, un día se les pide dar ese hijo para salvar de la muerte a otras muchas criaturas humanas.
Estos padres aun amando con un amor indescriptible al hijo, firman ellos mismos su muerte. El hijo, que a su vez ama desmesuradamente a sus padres, consiente sacrificarse por tantos hermanos suyos. Amor sin medida del padre y de la madre por el hijo, amor sin medida del padre y de la madre por los condenados a morir sin el sacrificio del hijo, amor sin medida del hijo por sus padres y por sus hermanos menores que salvar.
El Amor tiende a dar y a darse, Dios ama infinitamente al Hijo y lo da por la salvación de la Humanidad, el Hijo ama infinitamente al Padre y acepta morir por la humanidad.
El Padre celestial y la Virgen aman respectivamente a su Hijo y lo dan por la salvación de los hombres.
El amor del Hijo por el Padre celestial y por los hombres se encuentra en su Corazón misericordioso así como el amor de mi Madre y vuestra por Dios Uno y Trino y por vosotros se encuentra en su Corazón Inmaculado. Pero ¿qué saben de este misterio de amor mis incrédulos sacerdotes?
¡He aquí su aridez espiritual, he aquí porqué no quieren sufrir! El sufrimiento es el alma del amor...
Esto sí lo han entendido las almas víctimas. Pero los sacerdotes ¿qué saben de esto y qué cosa tienen para dar a las almas si están privados del amor?
¿Qué cosa tienen para dar sino a sí mismos? He aquí porqué se buscan siempre a sí mismos, aunque hablan hipócritamente con palabras de amor. Sus palabras rebuscadas serán siempre frías y privadas de cualquier fuerza de penetración. Son unos mercenarios que no hacen nada sin contentarse a sí mismos, que no saben qué cosa quiere decir adecuarse a la voluntad divina, ya que esto exige amor.
Son egoístas. Por fuerza: son orgullo, por lo tanto egoísmo; son mercenarios que en un mañana próximo, cuando los lobos entren en medio de la grey para descuartizar a las ovejas, huirán a millares, dejando detrás de sí sólo ruinas.
Traicionarán a Dios y a los hermanos; no verán sino a sí mismos.
¿Cómo podrían amar si nunca han conocido el amor? Y esto es por culpa de ellos, hijo, por su culpa, porque han dejado caer en el vacío los impulsos de mi Gracia.
Qué tremenda visión, qué zona oscura son estos sacerdotes míos, hijos de mi Iglesia. ¡Cuánto frío y hielo en torno a ellos!
"Qui non diligit manet in morte"[26]. Están sí, en la muerte porque el alma sin amor esta muerta; están en la oscuridad tanto por no ver, como por no creer lo que las almas simples ven y creen; son peso muerto para mi Iglesia, son miembros gangrenados de mi Cuerpo Místico, son un sufrimiento y un daño incalculable para ellos y para las almas. Son sarmientos separados de la vid, son como la higuera maldita que producía sólo hojas y nunca frutos.
¡Pobres hijos! Orgullo y presunción los han hecho perder el camino firme, son incapaces de ascender hacia las conquistas del bien, no tienen la fuerza de subir a la cumbre de la Santa Montaña.
Es necesario despertarlos de ese sueño de muerte por el que están atenazados.
— ¿Cómo, oh Señor?
“Hijo mío, lo sabes: ¡humildad, oración, y sufrimiento!
Con la humildad se abate la soberbia, con el sufrimiento se enciende el fuego, con la oración se constriñe a Dios a la Piedad y a la Misericordia.
Hijo, he aquí porqué quiero que los Obispos intenten dar vida en las Parroquias a la institución de mis amigos, a la "Pía Unión Amigos de Jesús Eucaristía”. Deben comprender que ésta es una cuestión de fe y de amor. Es mucho más importante que tantas otras actividades encender el fuego del amor, encender los braseros de fe y de caridad.
En todas partes es posible, no importa el número de los que se adhieran, importa que en todas las parroquias, los amigos de Mí presente en el Misterio de la fe y del amor, se conviertan en mis aliados para salvar a las almas en peligro.
Es necesario para que en la hora de las tinieblas que se avecina, las almas de los fieles sepan dónde pueden templarse y alimentarse y tengan un punto seguro para no perderse en la oscuridad de la noche.
Cuesta poco, por eso háganlo mientras tienen tiempo. Ahora basta hijo, quien tenga oídos para oír que oiga.

Te bendigo, ofréceme tus sufrimientos, estáte Conmigo. Esta noche te has desvelado y me has consolado con tu amor.

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