"He venido por TODOS mis HIJOS con el deseo de
acercarlos a Nuestros Corazones"




El Señor expuesto las 24  horas del día en vivo y en directo

https://www.youtube.com/watch?v=aHCHbn4abhk&t=145s






LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Las veinticuatro horas de la Pasión

 click en imagen

Meditaciones Sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Para acompañar a Nuestro Señor Jesucristo, en cada Hora de su Pasión

Por Luisa Picarretta, hija de la Divina Voluntad. 
(En proceso de Beatificación)



HORA DE SAN JOSÉ
Para hacer los:
Domingos a la 21 horas
 Domingos 09:00 PM




Mensajes de Dios y la Virgen María (MDM)
http://kyrieokumbaya.blogspot.com.es/

Presentamos la Asociación por las Almas del Purgatorio. 
¡Inscribe a las tuyas! ¡Reza por todas!
Por RORATE CÆLI -23/11/2014


sábado, 26 de agosto de 2017

Ago 01_17 Mientras más os acercáis a Mí, cuando más os parezcáis a Mí, más perseguidos seréis.
PDFImprimirE-Mail
Rosario vespertino-MENSAJE ÚNICO.


====================
Mensaje de Dios Padre a J. V.
====================


Primer Misterio. Habla Dios Padre.
Sobre: Amor Misericordioso significa un Amor extremo. Cuando hablo de Mi Misericordia, os estoy dando una inmensidad de Mi Amor y esto es, Mis pequeños, porque el hombre ha ido pecando, cada vez más fuerte, contra Mi Corazón Sacratísimo.

Amor Misericordioso significa un Amor extremo. Cuando hablo de Mi Misericordia, os estoy dando una inmensidad de Mi Amor y esto es, Mis pequeños, porque el hombre ha ido pecando, cada vez más fuerte, contra Mi Corazón Sacratísimo.

Vosotros debisteis haber abierto vuestro corazón a Mi Amor y, si, realmente, os hubierais dejado guiar por Mí, no estaríais pecando, en el grado que ahora pecáis.

Habéis abierto, también, vuestro corazón a satanás y, muchos de vosotros, os mantenéis como almas convenencieras: os acercáis a Mí, cuando necesitáis de algún bien, ya sea material o espiritual pero, si se acerca a vosotros una tentación, la aceptáis, también.

Este tipo de almas, Mis pequeños, son almas que se pueden condenar fácilmente, porque son almas veletas, son almas que se mueven de acuerdo a su conveniencia y a su gusto, y un alma así no puede entrar al Reino de los Cielos. De esto, ya os he hablado anteriormente.

Las almas convenencieras no aman verdaderamente; las almas que entran al Reino de los Cielos, son almas fuertes, sufrientes, que luchan, para que no sean afectadas por la mentalidad de satanás.

Si vosotros os dais cuenta de la vida de los santos, que siguieron la Vida de Mi Hijo Jesucristo, son almas que luchan contra todo tipo de influencia satánica, no dejan entrar a su mente y a su corazón, todo lo que satanás les quiere inducir. Son almas que se rehúsan a que algo malo entre en su mente y en su corazón, porque, cuando, un pensamiento malo entra en vosotros, os quita la paz, os quita la pureza, os quita el respeto a Mí, vuestro Dios, que Vivo en vosotros.

Las almas que amo, son las almas puras, las almas que luchan, para que Yo esté viviendo tanto en su corazón, como en su mente y, al decir como en su mente, es decir que Yo pueda Vivir en vuestro corazón, como viví en los corazones de vuestros Primeros Padres, Adán y Eva, que eran puros, que eran santos, que estaban limpios de mente y corazón.

Las almas que amo, son almas que se tratan de vencer a sí mismos, que no permiten que un mal pensamiento los desvíe del buen camino y, sobre todo, que pierdan el tiempo, Mi tiempo, en cosas que les pueda llevar al pecado y, así, perder el estado de Gracia.

Os he dicho, Mis pequeños, que cuando vosotros perdéis el tiempo, pensando en una tentación que os pone satanás, al dar cabida a ese pensamiento, podéis, vosotros, perder el estado de Gracia, porque la mayoría de las veces, ese pensamiento, si lo estáis llevando continuamente a vuestra mente, posiblemente luego lo lleváis a la acción. Al momento en que vosotros lleváis un pensamiento a la acción, ya Me estáis faltando, ya estáis cometiendo pecado y, a veces, muy grave.

Tenéis que meditar esta realidad, Mis pequeños, porque Yo no quiero almas que estén llenando su mente y su corazón de cosaspecaminosas porque, de esta forma, Yo no puedo Vivir en vosotros.

Tened en cuenta una cosa muy importante, Mis pequeños: si Yo estoy en vosotros; si Vivo en vosotros; si os aconsejo y os llevo de la mano, en toda acción que vosotros queráis llevar a cabo en vuestra misión en la Tierra; todo os saldrá bien. Si confiáis en Mí; si confiáis en Mi Perfección; Yo os voy a llevar a que vosotros alcancéis esa perfección a la que estáis llamados y que os he pedido tanto. Pero, no, si vosotros no estáis Conmigo; si vosotros no Me invitáis a Vivir en vuestra vida; si perdéis tiempo en malos pensamientos, que os quitan tiempo bueno, con el cual podríais vosotros, salvar muchas almas. Aun a pesar de vosotros, debéis utilizar ese tiempo en Mí.

Cuando vosotros desperdiciáis Mi tiempo, porque vuestra vida es Mi tiempo, os he dicho que estáis pecando, Me estáis robando Mi tiempo y, al robarMe Mi tiempo, estáis afectando vuestra alma. No le estáis dando la oportunidad de crecer espiritualmente, la estáis llevando a niveles inferiores de espiritualidad, porque estáis aceptando la tentación de satanás en vuestra vida y Me estáis haciendo a un lado de ella.

Tenéis que meditar esto, Mis pequeños. Vosotros, Conmigo, debeMos ser Uno, pero al momento en que vosotros escogéis vuestra vida y le hacéis caso a satanás, ya no soMos Uno. Estáis desperdiciando tiempo, estáis desperdiciando una forma de perfección en vosotros, que es el estar Conmigo.

Mucho os he dado, Mis pequeños, y poco he recogido de vosotros, no estáis sembrando buena semilla en vuestro ser; tenéis que estar más comprometidos Conmigo, con el tiempo que Yo os estoy permitiendo vivir en la Tierra para servirMe.

Vuestra soberbia no os permite el daros cuenta que estáis sirviendo a vuestro Señor, a vuestro Dios. Os gusta tener el primer lugar en todo, que se os haga caso en todo, que se os consienta, que se os dé todo aquello que vosotros Me pedís.

En cambio, las almas que, realmente, buscan su perfección, no son almas que piden lo que humanamente se pide. Ciertamente, ellas piden, pero piden crecimiento espiritual, piden perfección, piden vida de unión entre Mí y ellas. Piden estar unidas en la vida del Cielo. Piden ser humildes, sencillas, obedientes, sanas, son verdaderas almas de donación. Este es el tipo de almas que Yo prefiero, Mis pequeños.

Queréis aparentar mucho ante los hombres, pero no estáis haciendo muchos méritos para cuando el final de vuestra vida os alcance y os presentéis ante Mí, y ése será el momento de vuestra verdad y es cuando os daréis cuenta que, de todo aquello que quisisteis en vuestra vida: de ser los primeros; de ser los mejores, para que vuestros hermanos os alabaran; el llenarse de los bienes de este mundo; el ser conocidos por todos, fueron cosas vanas. En Presencia de Mí, al final de vuestra existencia, no valen nada. Es cuando os daréis cuenta de todo el tiempo perdido en vuestra vida, en buscar el ser los mejores, pero para vanagloria propia.

Ved a Mi Hijo, siendo Dios, os vino a servir, Se dio por vosotros, no buscó Su vanagloria. Sus actos son los que Lo llevaron a que todo el mundo Lo conociera. Vivía en el silencio, en la oración Conmigo y, lo que decía, era para crecimiento espiritual. No desperdició ni tiempo, ni palabras, ni pensamientos en las cosas del Mundo, vino a lo que vino, a rescataros, a ayudaros a crecer en Vida Verdadera y no en la vida falsa, a donde os lleva satanás.

Ahora, ¿podéis ver la diferencia, Mis pequeños? Cuando estáis Conmigo, cuando Me buscáis cuando os queréis llenar de todo lo que es espiritual y lo que Me alegra, os va a dar verdadera vida. En cambio, si buscáis lo del mundo, lo superfluo, la vanagloria, el aparentar o el buscar ser el mejor, no os va a dar ni salvación de alma ni méritos para eliminar pecados que hayáis cometido, porque no fueron acciones que Me ofrecierais, sino que todo lo hicisteis para que vuestros hermanos os vieran, os alabaran, que buscaran ser como vosotros y, eso, os halagaba más.

Las almas que Me buscan, las que desean servirMe, las que han aprendido a ver y buscar lo que es mejor para vosotros, son las almas perseguidas, las almas que tienen problemas con todos, porque el Mundo no entiende a estas almas, no entiende a las almas que están Conmigo, las ven raras.

A estas almas, les dicen “locas” y, ciertamente, lo son, están locas por Mi Amor, están locas porque aman al Verdadero Amor, que Soy Yo. Me buscan, se afanan en perfeccionarse y no pierden el tiempo en el Mundo, sino que, todo lo contrario. Son las almas que ya encontraron la Perla Valiosa y la quieren compartir, ésa Perla Valiosa Soy Yo vuestro Dios, con Mis Enseñanzas, con Mi Vida y, sobre todo, con los Sentimientos de Mi Corazón y, así, mientras más os acercáis a Mí, cuando más os parezcáis a Mí, más perseguidos seréis.

Estad Conmigo, pues, Mis pequeños, con Mi Amor Misericordioso. Mucho pecado habéis cometido, pero Mi Misericordia os alcanza y os perdona. No desfallezcáis, no dudéis, no creáis que os abandono, estoy siempre con vosotros, pero deseo que de vosotros nazca ese deseo de arrepentimiento y, de esta forma, regresareMos a ser lo que debeMos ser: Familia, debeMos unir Cielo con Tierra.

Yo os Bendigo, Mis pequeños, os envío Mi Santo Espíritu, para que entendáis lo que os he dicho y para que tengáis la Fuerza de rechazar todo aquello que os manda satanás y que, por vuestras propias fuerzas, no podéis rechazar.

Os amo, Mis pequeños, recibid Mis Bendiciones y transmitidlas a todos los vuestros, a todo el Mundo, al Universo entero. Orad, orad, daos por todos, como Mi Hijo se dio por todos vosotros.
Gracias, Mis pequeños.


martes, 15 de agosto de 2017

Solemnidad de la Asunción 
de la Santísima Virgen María a los Cielos

***

LA CASA DONDE MARÍA VIViÓ SUS ÚLTIMOS AÑOS EN EFESO

En base a esta visión es que se descubrió la Casa de María en Éfeso, Ver…

(...)A pesar de su avanzada edad, la Santa Virgen no manifestaba otras señales de vejez que la expresión del ardiente deseo que la consumía y la impulsaba en cierto modo a su transfiguración. Tenía una gravedad inefable, jamás la vi reírse, únicamente sonreírse con cierto aire arrebatador. Mientras más avanzada en años, su rostro se ponía más blanco y diáfano. Estaba flaca pero sin arrugas, ni otro signo de decrepitud, había llegado a ser un puro Espíritu.

Por último llegó para la Madre de Jesús, la hora de abandonar este mundo y unirse a su Divino Hijo. En su alcoba encortinada de blanco, la vi tendida sobre una cama baja y estrecha; su cabeza reposaba sobre un cojín redondo. Se hallaba pálida y devorada por un deseo vehemente. Un largo lienzo cubría su cabeza y todo su cuerpo, y encima había un cobertor de lana obscura.

Pasado algún tiempo, vi también mucha tristeza e inquietud en casa de la Santa Virgen. La sirvienta estaba en extremo afligida, se arrodillaba con frecuencia en diversos lugares de la casa y oraba con los brazos extendidos y sus ojos inundados de lágrimas. La Santa Virgen reposaba tranquila en su camastro, parecía ya llegado el momento de su muerte. Estaba envuelta en un vestido de noche y su velo se hallaba recogido en cuadro sobre su frente, solo lo bajaba sobre su rostro cuando hablaba con los hombres. Nada le vi tomar en los últimos días, sino de tiempo en tiempo una cucharada de un jugo que la sirvienta exprimía de ciertas frutas amarillas dispuestas en racimos.

Cuando la Virgen conoció que se acercaba la hora, quiso conforme a la Voluntad de Dios, bendecir a los que se hallaban presentes y despedirse de ellos. Su dormitorio estaba descubierto y Ella se sentó en la cama, su rostro se mostraba blanco, resplandeciente y como enteramente iluminado. Todos los amigos asistentes se hallaban en la parte anterior de la sala. Primero entraron los Apóstoles, se aproximaron uno en pos del otro al dormitorio de María y se arrodillaron junto a su cama. Ella bendijo a cada uno de ellos, cruzando las manos sobre sus cabezas y tocándoles ligeramente las frentes. A todos habló e hizo cuanto Jesús le hubo ordenado. Ella habló a Juan de las disposiciones que debería de tomar para su sepultura, y le encargó que diese sus vestidos a su sirvienta y a otra mujer pobre que solía venir a servirla. Tras de los Apóstoles, se acercaron los discípulos al lecho de María y recibieron de ésta su bendición, lo mismo hicieron las mujeres. Vi que una de ellas se inclinó sobre María y que la Virgen la abrazó.

Los Apóstoles habían formado un altar en el Oratorio que estaba cerca del lecho de Santa Virgen. La sirvienta había traído una mesa cubierta de blanco y de rojo, sobre la cual brillaban lámparas y cirios encendidos. María, pálida y silenciosa, miraba fijamente el cielo, a nadie hablaba y parecía arrobada en éxtasis. Estaba iluminada por el deseo, yo también me sentí impelida de aquel anhelo que la sacaba de sí. ¡Ah! Mi corazón quería volar a Dios juntamente con el de Ella. Pedro se acercó a Ella y le administró la Extremaunción, poco más o menos como se hace en el presente, enseguida le presentó el Santísimo Sacramento. La Madre de Dios se enderezó para recibirlo y después cayó sobre su almohada. Los Apóstoles oraron por algún tiempo, María se volvió a enderezar y recibió la sangre del Cáliz que le presentó Juan. En el momento en que la Virgen recibió la Sagrada Eucaristía, vi que una luz resplandeciente entraba en Ella y que la sumergía en éxtasis profundo. El rostro de María estaba fresco y risueño como en su edad florida. Sus ojos llenos de alegría miraban al Cielo.

Entonces vi un cuadro conmovedor; el techo de la alcoba de María había desaparecido y a través del cielo abierto, vi la Jerusalén Celestial. De allí bajaban dos nubes brillantes en la que se veían innumerables ángeles, entre los cuales llegaban hasta la Sma. Virgen una vía luminosa. La Santa Virgen extendió los brazos hacia ella con un deseo inmenso, y su cuerpo elevado en el aire, se mecía sobre la cama de manera que se divisaba espacio entre el cuerpo y el lecho. Desde María vi algo como una montaña esplendorosa elevarse hasta la Jerusalén Celestial; creo que era su Alma porque vi más claro entonces una figura brillante infinitamente pura que salía de su cuerpo y se elevaba por la Vía Luminosa que iba hasta el Cielo. Los dos coros de ángeles que estaban en las nubes, se reunieron más abajo de su Alma y la separaron de su cuerpo, el cual en el momento de la separación, cayó sobre la cama con los brazos cruzados sobre el pecho.

Mis abiertos ojos que seguían el Alma purísima e inmaculada de María, la vieron entrar en la Jerusalén Celestial y llegar al Trono de la Santísima Trinidad. Vi un gran número de almas entre las cuales reconocí a los Santos Joaquín y Ana, José, Isabel, Zacarías y Juan Bautista venir al encuentro de María con un júbilo respetuoso. Ella tomó su vuelo a través de ellos hasta el Trono de Dios y de su Hijo, quien haciendo brillar sobre todo lo demás la Luz que salía de sus llagas, la recibió con un Amor todo Divino, la presentó como un cetro y le mostró la Tierra bajo sus pies como si confiriese sobre Ella algún Poder Celestial. Así la vi entrar en la Gloria y olvidé todo lo que pasaba en torno de María sobre la Tierra.

Después de ésta visión, cuando miré otra vez a la Tierra, vi resplandeciente el cuerpo de la Sma. Virgen. Reposaba sobre el lecho, con el rostro luminoso, los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre su pecho. Los Apóstoles, discípulos y santas mujeres, estaban arrodillados y oraban en derredor del cuerpo. Después vi que las santas mujeres extendieron un lienzo sobre el Santo Cuerpo y los Apóstoles con los discípulos se retiraron en la parte anterior de la casa. Las mujeres se cubrieron con sus vestidos y sus velos, se sentaron en el suelo y ya arrodilladas o sentadas, cantaban fúnebres lamentaciones. Los Apóstoles y los discípulos se taparon la cabeza con la banda de tela que llevaban alrededor del cuello y celebraron un oficio funerario; dos de ellos oraban siempre alternativamente a la cabeza y a los pies del Santo Cuerpo.

Luego las mujeres quitaron de la cama el Santo Cuerpo con todos sus vestidos y lo pusieron en una larga canasta llena de gruesas coberturas y de esteras, de suerte que estaba como levantado sobre la canasta. Entonces dos de ellas pusieron un gran paño extendido sobre el cuerpo y otras dos la desnudaron bajo el lienzo, dejándole solo su larga túnica de lana. Cortaron también los bellos bucles de los cabellos de la Santa Virgen y los conservaron como recuerdo. Enseguida el santo Cuerpo fue revestido de un nuevo ropaje abierto y después por medio de lienzos puestos debajo, fue depositado respetuosamente sobre una mesa y sobre la cual se habían colocado ya los paños mortuorios y las bandas que se debían de usar. Envolvieron entonces el Santo Cuerpo con los lienzos desde los tobillos hasta el pecho y lo apretaron fuertemente con las fajas. La cabeza, las manos y los pies, no fueron envueltos de esa manera; enseguida depositaron el Cuerpo Santo en el ataúd y lo colocaron sobre el pecho una Corona de flores blancas, encarnadas y celestes como emblema de su Virginidad.

Entonces los Apóstoles, los discípulos y todos los asistentes, entraron para ver otra vez antes de ser cubierto el Santo Rostro que les era tan amado. Se arrodillaron y lloraron alrededor del Santo Cuerpo, todos tocaron las manos atadas de Nuestra Madre María como para despedirse y se retiraron. Las mujeres le dieron también los últimos adioses, le cubrieron el rostro, pusieron la tapa en el ataúd y le clavaron fajas de tela gris en el centro y en las extremidades. Enseguida colocaron el ataúd en unas andas, Pedro y Juan lo condujeron en hombros fuera de la casa. Creo que se relevaban sucesivamente, porque más tarde vi que el féretro era llevado por seis Apóstoles. Llegados a la sepultura, pusieron el Santo Cuerpo en tierra y cuatro de ellos, lo llevaron a la caverna y lo depositaron en la excavación que debía de servirle de lecho sepulcral. Todos los asistentes entraron allí uno por uno, esparcieron aromas y flores en contorno, se arrodillaron orando y vertiendo lágrimas y luego se retiraron.

Por la noche muchos Apóstoles y santas mujeres, oraban y cantaban cánticos en el jardincito delante de la tumba. Entonces me fue mostrado un cuadro maravillosamente conmovedor: Vi que una muy ancha vía luminosa bajaba del cielo hacia el sepulcro y que allí se movía un resplandor formado de tres esferas llenas de ángeles y de almas bienaventuradas que rodeaban a Nuestro Señor y el Alma resplandeciente de María. La figura de Jesucristo con sus rayos que salían de sus cicatrices, ondeaban delante de la Virgen. En torno del Alma de María, vi en la esfera interior, pequeñas figuras de niños, en la segunda, había niños como de seis años y en la tercera exterior, adolescentes o jóvenes; no vi distintamente más que sus rostros; todo lo demás se me presentó como figuras luminosas resplandecientes.

Cuando ésta visión que se me hacía cada vez más y más distinta hubo llegado a la tumba, vi una vía luminosa que se extendía desde allí hasta la Jerusalén Celestial. Entonces el Alma de la Santísima Virgen que seguía a Jesús, descendió a la tumba a través de la roca y luego uniéndose a su Cuerpo que se había transfigurado, clara y brillante se elevó María acompañado de su Divino Hijo y el coro de los Espíritus Bienaventurados hacia la Celestial Jerusalén. Toda esa Luz se perdió allí, ya no vi sobre la Tierra más que la bóveda silenciosa del estrellado Cielo.

Como Santo Tomás no llegó a tiempo a despedirse de la Madre y tampoco pudo asistir al Santo Entierro; él tenía en su mente y corazón, llegar a tiempo. Pero al enterarse del desenlace por medio de los demás Apóstoles, él se puso triste y lloroso y se lamentaba no haber llegado a tiempo. El, interiormente tenía el deseo vehemente de verla por última vez y así se los hizo saber a los demás. Ya habían pasado varios días de lo del entierro; todos querían volver al Sepulcro y acceder a la petición de Tomás. Tomaron una resolución y al día siguiente muy de mañana, emprendieron el camino al Sepulcro de Nuestra Santa Madre. Estando enfrente del Sepulcro, quitaron la piedra-sello de la entrada y ¡Oh! Maravilla de Maravillas, de la bóveda salía un suave aroma de perfume de Rosas frescas; todos al sentir ese perfume, se sintieron conmovidos y perplejos; se miraron unos a otros preguntándose en silencio, con la mirada y con señas en las manos: “¿Entramos?” y aún mirándose entre ellos, todos asintieron con la cabeza y traspasando la bóveda, entraron al Santo Sepulcro hacia el sitio donde depositaron el ataúd que contenía el Cuerpo Santísimo de la Virgen María y más enorme fue la emoción y sorpresa entre ellos al ver que en el sitio solo habían Rosas frescas, fragantes y olorosas y significaban que el Señor había venido a buscar a su Santísima Madre para llevarla a su Gloria Celestial y Su Cuerpo no sufra la corrupción.