“El peor castigo de Dios es
Permitir que haya lobos en lugar de verdaderos Pastores.” San Juan Eudes.
“....en aquellos días que
Jesucristo no enviará a un verdadero Pastor sino un destructor.”~ Profecias de
San Francisco de Asís -
Daniel 11:16
Pero el que viene contra él hará lo que quiera, y nadie podrá resistirlo; y permanecerá por algún tiempo en la Tierra Hermosa, llevando la destrucción en su mano.
Pero el que viene contra él hará lo que quiera, y nadie podrá resistirlo; y permanecerá por algún tiempo en la Tierra Hermosa, llevando la destrucción en su mano.
Dijo el Padre Félix Sardà:
“El clérigo apóstata es el primer
factor que busca el diablo para esta su obra de rebelión. Necesita presentarla
en algún modo autorizada a los ojos de los incautos, y para eso nada le sirve
tanto como el refrendo de algún ministro de la Iglesia. Y como, por desgracia,
nunca faltan en ella clérigos corrompidos en sus costumbres, camino el más
común de la herejía; o ciegos de soberbia, causa también muy usual de todo
error; de ahí que nunca le han faltado a éste apóstoles y fautores
eclesiásticos, cualquiera que haya sido la forma con que se ha presentado en la
sociedad cristiana.”
Revelaciones Celestiales a
Santa Brígida:
Palabras del Creador, en presencia de la Corte Celestial y de su esposa, en las
que se queja de los cinco hombres que representan al papa y a sus clérigos, los
laicos corruptos, los judíos y los paganos. También sobre la ayuda enviada a
sus amigos, que representan a toda la humanidad y sobre la dura condena de sus
enemigos.
Capítulo 41
En vuestra presencia, Corte
Celestial, pese a que veis y sabéis todo de mi, por el bien del conocimiento y
la instrucción de esta desposada mía, que no puede percibir lo espiritual sino
es por medio de lo físico, yo declaro mi pesar ante vosotros en relación de los
cinco hombres aquí presentes, por ser ellos ofensivos para mí de muchas
maneras.
De la misma forma que yo, en una
ocasión, incluí a todo el pueblo israelita en el nombre de Israel en la Ley,
ahora mediante estos cinco hombres me refiero a todos en el mundo. El
primer hombre representa al líder de la Iglesia y sus sacerdotes; el segundo, a
los laicos corruptos, el tercero a los judíos, el cuarto a los paganos y el
quinto a mis amigos. En lo que a ti respecta, judío, he hecho una
excepción con todos los judíos que son cristianos en secreto y que me sirven en
caridad sincera, conforme a la fe y en sus trabajos perfectos en secreto. En
relación a ti, pagano, he hecho una excepción con todos aquellos que con gusto
caminarían por la senda de mis mandamientos si tan solo supieran cómo y si
fueran instruidos, los que tratan de poner en práctica todo lo que pueden y de
lo que son capaces. Éstos, no serán de ninguna manera sentenciados con
vosotros.
Ahora declaro mi disgusto
contigo, cabeza de mi Iglesia, tú que te sientas en mi asiento. Le concedí este
asiento a Pedro y a sus sucesores para que se sentaran con una triple dignidad
y autoridad: primero, para que pudieran tener el poder de atar y desatar a las
almas del pecado; segundo, para que pudieran abrirle el Cielo a los penitentes;
tercero, para que cerraran el Cielo a los condenados y a aquellos que me
desprecian. Pero tú, que deberías estar absolviendo almas y presentándomelas,
eres realmente un asesino de almas. Designé a Pedro como el pastor y el
sirviente de mis ovejas, pero tú las disipas y las hieres, eres peor que
Lucifer.
Él tenía envidia de mí y no
persiguió matar a nadie más que a mí, de forma que pudiera él gobernar en mi
lugar. Pero tú eres lo peor en que, no sólo me matas al apartarme de ti por tu
mal trabajo sino que, también, matas a las almas debido a tu mal ejemplo. Yo
redimí almas con mi sangre y te las encomendé como a un amigo fiable. Pero tú
se las devuelvas al enemigo del que yo las redimí. Eres más injusto que
Pilatos. Él tan sólo me condenó a muerte. Pero tú no sólo me condenas como si
yo fuese un pobre hombre indigno, sino que también condenas a las almas de mis
elegidos y dejas libres a los culpables. Mereces menos misericordia que Judas.
Él tan solo me vendió. Pero tú, no solo me vendes a mí, sino que también vendes
a las almas de mis elegidos en base a tu propio provecho y vana reputación. Tú
eres más abominable que los judíos. Ellos tan sólo crucificaron mi cuerpo, pero
tú crucificaste y castigaste a las almas de mis elegidos para quienes tu maldad
y trasgresión son más afiladas que una espada.
Así, puesto que eres como
Lucifer, más injusto que Pilatos, menos digno de misericordia que Judas y más
abominable que los judíos, mi enfado contigo está justificado. El Señor
dijo al segundo hombre, es decir, al que representa a los laicos: “Yo creé
todas las cosas para tu uso. Tú me diste tu consentimiento a mí y Yo a ti. Tú
me prometiste tu fe y me juraste que me servirías. Ahora, sin embargo, te has
apartado de mí como alguien que no conoce a Dios. Te refieres a mis palabras
como mentiras y a mis trabajos como carentes de sentido. Tú dices que mi
voluntad y mis mandamientos son muy duros. Has violado la fe que prometiste. Has
roto tu juramento y has abandonado mi Nombre.
Te has disociado a ti mismo de la
compañía de mis santos y te has integrado en la compañía de los demonios,
haciéndote socio suyo. Tú no crees que ninguno merezca alabanza y honor
salvo tú mismo. Consideras difícil todo lo que tiene que ver conmigo y lo que
estás obligado a hacer por mí, mientras que las cosas que te gusta hacer
son fáciles para ti. Es por esto que mi enfado contigo está justificado,
porque tú has quebrado la fe que me prometiste en el bautismo y en adelante.
Encima, me acusas de mentir sobre el amor que te he mostrado de palabra y de
hecho. Dices que yo era un loco por sufrir”.
Al tercer hombre, es decir al
representante de los judíos, le dijo: “Yo comencé mi amoroso idilio
contigo. Te elegí como mi pueblo, te libré de la esclavitud, te di Mi Ley, te
conduje hasta la Tierra que les había prometido a tus padres y te envié
profetas que te consolaran. Después, elegí una Virgen de entre vosotros y tomé
de ella naturaleza humana. Mi disgusto contigo es que aún rehúsas creer en
mí, diciendo: “Cristo no ha venido todavía sino que tiene que venir”.
El Señor dijo al cuarto hombre,
es decir a los paganos: “Yo te creé y te redimí para que fueras cristiano.
Hice contigo todo el bien. Pero tú eres como alguien que está fuera de sus
sentidos, porque no sabes lo que haces. Eres como un ciego, porque no sabes
hacia dónde te diriges. Adoras a las criaturas en lugar de al Creador, a la
falsedad en lugar de a la verdad. Te arrodillas ante las cosas que son inferiores
a ti. Esta es la causa de mi disgusto en relación a ti”. Al quinto hombre le
dijo: “¡Acércate más, amigo!” Y se dirigió directamente a la Corte Celestial:
“Queridos amigos, este amigo mío representa a mis muchos amigos. Él es como un
hombre cercado entre los corruptos y mantenido en un duro cautiverio. Cuando
dice la verdad le arrojan piedras en la boca. Cuando hace algo bueno, le clavan
una lanza en el pecho. ¡Ay, mis amigos y santos! ¿Cómo puedo soportar a esas
personas y cuánto tiempo me mantendré con semejante desprecio?”.
San Juan Bautista respondió:
“Eres como un espejo inmaculado. Vemos y sabemos todas las cosas en ti como en
un espejo, sin necesidad de palabras. Eres la dulzura incomparable en la que
saboreamos todo lo bueno. Eres como la más afilada de las espadas y un Juez
justo”. El Señor le respondió: “Amigo mío, lo que has dicho es cierto. Mis
elegidos ven toda la bondad y justicia en mí. Aún los espíritus diabólicos lo
hacen, aunque no en la luz sino en su propia conciencia. Como un hombre en
prisión, que se aprendió las letras y aún las conoce cuando se encuentra en la
oscuridad y no las ve, los demonios, pese a que no ven mi justicia a la luz de
mi claridad, aún así, conocen y ven en su conciencia. Yo soy como una espada
que corta en dos. Le doy a cada persona lo que él o ella merecen. Entonces, el
Señor agregó, hablando al Bienaventurado Pedro: “Tú eres el fundador de la fe y
de mi Iglesia. Mientras lo escucha mi Ejército, ¡declara la sentencia de estos
cinco hombres!”.
Pedro contestó: “¡Gloria y
honor para Ti, Señor, por el amor que has demostrado a la tierra! ¡Que toda tu
Corte te bendiga, porque Tú nos haces ver y saber en Ti todo lo que es y lo que
será! Vemos y sabemos todo en Ti. Es verdaderamente justo que el primer
hombre, el que se sienta en tu asiento mientras que realiza los hechos de
Lucifer, vergonzosamente deba renunciar a ese asiento en el que presumió
sentarse y compartir el castigo de Lucifer. La sentencia del segundo
hombre es que aquél que haya abandonado la fe debe descender al infierno con
la cabeza abajo y los pies arriba, por haberte despreciado a Ti, que deberías
ser su cabeza y por haberse amado a sí mismo.
La sentencia del tercero es que
no verá Tu rostro y será condenado por su perversidad y avaricia, puesto que
los que no creen no merecen contemplar la visión de Ti. La sentencia del cuarto
es que debería ser encerrado y confinado en la oscuridad, como un hombre fuera
de sus sentidos. La sentencia del quinto es que deberá serle enviada ayuda”
Cuando el Señor oyó esto, respondió: “Prometo por Dios, el Padre, cuya voz oyó
Juan el Bautista en el Jordán, que haré justicia a éstos cinco”.
Después, el Señor continuó,
diciendo al primero de los cinco hombres: “La espada de mi severidad
atravesará tu cuerpo, entrando desde lo alto de tu cabeza y penetrando tan
profunda y firmemente que nunca podrá ser sacada. Tu asiento se hundirá como
una piedra pesada y no cesará hasta que alcance la parte más baja de las profundidades.
Tus dedos, es decir, tus consejeros, arderán en un fuego sulfuroso e
inextinguible.
Tus brazos, es decir, tus
vicarios, que debieran de haber conseguido el beneficio de las almas, pero que
en su lugar consiguieron provechos mundanos y honores, serán sentenciados al
castigo del que habla David: ‘Que sus hijos queden huérfanos y su mujer viuda,
que los extraños le arrebaten su propiedad’. ¿Qué significa ‘su mujer’ sino el
alma que ha sido separada de la gloria del Cielo y que quedará viuda de Dios?
‘Sus hijos’, es decir, las virtudes que aparentaron poseer y mi gente sencilla,
aquellos que se les sometieron, serán apartados de ellos. Su rango y propiedad
caerá en manos de otros, y ellos heredarán la eterna vergüenza en lugar de su
rango privilegiado.
Sus mitras se hundirán en el
barro del infierno y ellos mismos nunca se levantarán de él. Por ello, lo mismo
que el honor y el orgullo que alcanzaron sobre otros aquí en la tierra, se
hundirán en el infierno tan profundamente, más que los demás, que les será
imposible levantarse. Sus extremidades, o sea, todos los sacerdotes aduladores
que les secunden, serán separados de ellos y aislados, igual que una pared que
se derrumba, en la que no quedará piedra sobre piedra y el cemento ya no se
adherirá a las piedras. La misericordia nunca les llegará, porque mi amor nunca
les calentará ni les repondrá en la eterna Mansión Celestial. En su lugar,
despojados de todo bien, serán eternamente atormentados junto a sus líderes.
Al segundo hombre, Yo le
digo: Dado que tú no quieres mantenerte en la fe que me prometiste ni
manifestar amor hacia mí, te enviaré un animal que procederá del torrente
impetuoso para devorarte. Y, lo mismo que un torrente siempre corre hacia
abajo, así el animal te llevará a las partes más bajas del infierno. Tan
imposible como es para ti viajar corriente arriba contra un torrente impetuoso,
igual de difícil será para ti ascender desde el infierno.
Al tercer hombre, le digo:
‘Ya que tú, judío, no quieres creer que Yo ya he venido, por ello, cuando
vuelva para el segundo juicio, no me verás en mi gloria sino en tu conciencia,
y comprobarás que todo lo que te dije era verdad. Entonces ahí quedará que seas
castigado como mereces’. Al cuarto hombre, le digo: ‘Como no te has
ocupado de creer ni has querido saber, tu propia oscuridad será tu luz y tu
corazón será iluminado para que comprendas que mis juicios son verdaderos pero,
sin embargo, tú no alcanzarás la luz’.
Al quinto hombre, le digo: ‘Haré
tres cosas por ti. Primero, te llenaré internamente de mi calor. Segundo, haré
que tu boca sea más fuerte y más firme que cualquier piedra, de modo que las
piedras que te arrojen serán rebotadas. Tercero, te armaré con mis armas, de
forma que ninguna lanza te dañará sino que todo cederá ante ti como la cera
frente al fuego.
Por tanto, ¡hazte fuerte y
resiste como un hombre! Como un soldado que, en la guerra, espera la ayuda de
su Señor y lucha mientras le quedan fluidos de vida, así también tú, ¡mantente
firme y lucha! El Señor, tu Dios, aquél a quien nadie puede resistir, te
ayudará. Y, como vosotros sois pocos en número, os daré honor y os convertiré
en muchos. Mirad, amigos míos, veis estas cosas y las reconocéis en Mí y, por
ello, se mantienen ante mí’. Las palabras que ahora he pronunciado se
cumplirán. Aquellos hombres nunca entrarán en mi Reino mientras yo sea el Rey,
a menos que enmienden sus caminos. Porque el Cielo no será sino para aquellos
que se humillan a sí mismos y hacen penitencia”. Entonces, toda la corte
respondió: “¡Gloria a Ti, Señor Dios, que no tienes principio ni fin!”.
Dijo San Gregorio el Grande:
“Porque nosotros, pastores y
sacerdotes, , seremos condenados delante de Dios como «asesinos de todas las
almas que van todos los días a la muerte eterna por nuestro silencio y nuestra
negligencia» (occidimus, quot ad mortem ¡re tepidi et tacentes videmus. Homil.
12 super Ezech.)
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